Apenas cae la media noche y se aparece. Despierta de ese pequeño sueño de inanimadas compañías y caricias rosas. Cualquiera pensaría que ese gato es pesadilla, palabra, leyenda, estornudo. Para mí fue compañía.
Se levanta, camina, se agacha, se estira... Después corre, salta, baja, hace lo quiere, nadie lo escucha. El gato es un fantasma que maúlla haciendo coros al viento. Los grillos entre los arbustos algunas veces le ayudan.
En ocasiones tiene sed, otras hambre. Busca agua y comida, después recuerda que no las necesita. Su pelaje cae al suelo, ahí desaparece y reaparece en su cuerpo. Algunos creen que su inicio es la nariz, pero es una equivocación; el gato empieza por la cola.
Le faltan los dos ojos, pero puede verlo todo. No tiene un cerebro, tampoco un corazón, pero piensa y siente.
No tiene nada, pero es dueño de todo; de la música, de las luces, de los actos, de todo lo que la luna ve y escucha desde lo alto. El gato lo sabe todo, incluso lo que ella desconoce.
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