sábado, 14 de diciembre de 2013

El último viaje de la golondrina.

¡Viene y va la golondrina!
Planeando cortejada 
sobre el agua salada.
Expandiendo sus alas por encima del mar...

Se eleva en lo más alto,
triste y solitaria.
Callada y enfadada,
se enamora de su cuento.

¡Viene y va la golondrina!
Y se infla...
Luego llora.

Va absorbiendo el calor de 
los amantes de la Tierra,
los secretos de las nubes,
y el desplante de la brisa.

Al calor se acerca,
viene y va desesperada.
Mientras el sol la incendia,
volviéndola ceniza. 

Se despide,
envuelta en humo.
Con las alas quemadas 
y el pecho desinflado.

Vino y fue 
la golondrina
para no
resucitar...





martes, 3 de diciembre de 2013

El nacimiento de los sapos.

Erase una vez en la enorme charca  de un bosque lejano, un pintoresco sitio en donde habitaban un grupo de ranas. 

Una de las ranas jóvenes, no podía croar. El resto de sus compañeras siempre se burlaban de ella, haciendo crueles chistes y no invitándola a jugar con ellas.

"¿Una rana que no puede croar? ¡Eso es como una cigarra sin canto, o una luciérnaga sin luz!" - Repetían constantemente en tono irónico las ranas, mientras a carcajadas y fuertes croadas, saltaban alegres molestando a su compañera. 

Una tarde lluviosa, bajo el cielo veraniego, fue lastimada una vez más.... La rana que no podía croar saltó y saltó lejos de la charca en la que vivía. Llegó a la orilla de un decrépito tronco cerca de un riachuelo, mientras obsequiaba a la gotas del suelo más amigas con sus lágrimas cayendo.

Arribando a su soledad, descansó en el tronco una divina mariposa.
- Por favor, no me comas, estoy cansada y necesito reposo. - Sugirió a su llegada, mientras la rana afligida y solitaria respondió:
- Por favor, tú no me insultes.
La rana desconsolada contó a la mariposa su problema. La mariposa no tardó en entenderla, pues desde su nacimiento su ala izquierda estaba rota. No pudo volar con el resto, por eso también estaba sola. 

La rana y la mariposa se hicieron buenos amigos y se veían todas las tardes lluviosas. Hasta que un día, parte de las ranas comenzaron a notar los ratos de ausencia de su frágil compañera, y una tarde de tantas en las que se marchaba sola; la siguieron.

Al llegar al tronco y verla acompañada de una mariposa, el escándalo fue mayúsculo. 

- ¡Una rana que no croa es demasiado! Pero ¿una rana que convive con mariposas? ¡Eso es imperdonable!

Dos de las ranas enemigas saltaron hacia ella, sujetándola, mientras el resto trataba de alcanzar con sus lenguas a la mariposa.

La mariposa no pudo esquivarlas mucho rato, su ala rota se cansó y cayó extenuada al suelo. Rápidamente, una de las ranas la devoró. Mientras las otras liberaban a la rana sin croar, quien hundida en llanto, escuchaba las perversas risas.
- Croac, croac, croac.... ¡Esto ha sido delicioso!
- Croac, croac, croac, ¡tienes toda la razón!

Algo dentro de la rana sin croar se había quebrado, estaba furiosa, tanto... que se llenó de verrugas y aumentó 10 veces su tamaño. Se había convertido en un malvado sapo, y sin piedad de los demás; robó el croar de aquellas ranas que asustadas y asombradas decidieron huir del bosque. 

El sapo malvado volvió hasta la charca, robando el croar de todas las que siempre lo trataron como un fenómeno. ¡Croac, croac, croac! No seré más su bufón - Replicaba con inmensa violencia el adolescente sapo malicioso.

Las ranas mudas y muertas de miedo, saltaron lejos de la charca, con el deseo infinito de no volver a toparse con aquel desdichado sapo.
El sapo se quedó con los renacuajos, y cuando estos crecieron, se mudaron a un horrendo pantano.

El sapo era el líder de aquellas nuevas ranas. Se había vuelto un dictador, bañado en dolor y amargura; el sapo lloraba cada tarde lluviosa.
Las ranas no entendían por qué ese sapo estaba tan amargado, pero le tenían mucho miedo y obedecían siempre sus órdenes y caprichos; ya que de no cumplirlas les era robado su croar.

Pasaron mucho tiempo viviendo en ese lugar, hasta que la escasez de insectos las golpeó. El hambre era tanta que decidieron buscar más allá de los límites de aquel fangal. Fue así que en poco tiempo se toparon con un grupo de gráciles mariposas. Y las ranas al ataque las quisieron degustar. 

En ese momento el sapo croo muy fuerte, tan fuerte que las ranas se paralizaron, y las mariposas lograron escapar. 

- Croac, croac, croac... - Lloraba triste el sapo. Quién había vuelto a recordar, a su vieja amiga de alas pardas. - Croac, croac, croaaaaaaaac...

Las ranas anonadadas observaban como el sapo se lucía envuelto en brillo, y en su último croar, su cuerpo volvió a ser el de aquella rana joven y hermosa.

Su alma se escapó hacia la eternidad, para saltar por siempre al lado de su amiga mariposa. 

Es por ello que los sapos existen... Alguna vez fueron nobles ranas. 

Y a pesar de aquel apego entre la rana y la mariposa, siguieron estando condenados a ser enemigos naturales por siempre y para siempre... 

Inclusive en las tardes lluviosas. 


lunes, 2 de diciembre de 2013

El cuervo y el espantapájaros.

Hace ya muchos años, en un poblado lejano cuyo nombre nunca pude recordar; vivía inscrustado a la fértil tierra, un misántropo espantapájaros.
Durante mucho tiempo, las parvadas de cuervos trataron de acercase a las cosechas que el espantapájaros tenía a su cuidado. Cada intento era fallido, pues todos los cuervos sentían miedo de aquel ente de apariencia regañona y vestimenta lúgubre.
- ¡Largo de aquí! ¡Fuera! - Gritaba enfurecido el espantapájaros si algún ave intentaba aproximarse a sus dominios. - ¿Es que acaso no me han escuchado? ¡Largo, dije largo!
Los alaridos de aquel amargado ser de trapo, paja y madera, dejaban despavoridos a los cuervos, que con el transcurrir de los días, se acercaban menos a esos horrendos territorios.
Jamás se habían topado con uno tan odioso, los cuervos sentían que este era el espantapájaros más aterrador que habían conocido, y cuando el miedo los dominó totalmente; decidieron que aquella siembra estaría prohibida y fuera de sus límites por siempre. No querían arriesgarse a ser lastimados por ese monstruo.
Cuando al fin se hallaba solo, el espantapájaros observaba melancólico las puestas de sol, deseando el amor invadiendo su cuerpo, dejándose acariciar por el viento, pero sin sensación alguna. Al caer la lluvia, no le extasiaba sentir las gotas recorriendo su figura, y el alma dolida; le recordaba que era un ser mal visto y frívolo, sin derecho a sentir, a amar, a amistar, o a moverse... Ese era su destino.
Una noche fresca, un cuervo perdido y cansado llegó a los terrenos del espantapájaros. Desconcertado por la acción de aquel oscuro volador, el espantapájaros gritó con gran irritación:
- ¡Largo de aquí! ¡Fuera! ¿Es que acaso no me has escuchado! ¡Largo, dije largo!
Las palabras del espantapájaros hicieron temblar a los árboles, que comenzaron a tirar sus hojas. El cuervo lo observó con lástima, y voló al árbol vecino, que se hallaba aterrado. 
El cuervo relajado, se ocultó entre las hojas de aquel viejo árbol, mientras veía como el espantapájaros estallaba en llanto. Miró como observaba a la luna mientras notaba en esos ojos de botón, el deseo de moverse y de ser libre y bueno. El ave conmovida, se había enamorado de aquel ser brusco y solitario.
El cuervo comenzó a cantar, el espantapájaros notó que jamás se había ido y con mirada de rechazo y cansancio, le preguntó:
- ¿Por qué no te has ido, cuervo tonto? ¿Es que acaso no me tienes miedo?
El cuervo negó con la cabeza, explicando al espantapájaros que no podía sentir miedo de lo que aún desconocía.
Abrió sus alas y se inclinó. El espantapájaros asombrado veía como el cuervo se acercaba nuevamente, pero ya no tuvo ganas de gritar.
- ¿Por qué eres tan infeliz?
- ¿Y por qué es que tú estás tan solo?
- Quise irme, volar a hacia otros sitios.
- ¿No se supone que los cuervos vuelan juntos?
- Soy un cuervo diferente.
- Puedo decir que eso es verdad, eres el único que no me tiene miedo...
- ¿Por qué no te escapas de aquí? ¡Huir de lo que creen que es tu destino! ¡Formarte un propio! Eso hice y soy feliz...
En el rostro del espantapájaros se vio reflejada una impactante tristeza.
- Yo no puedo moverme de aquí, porque yo no siento, porque todos me temen, nadie quiere estar cerca de mí... Quisiera ser un ser cálido, pero estoy hecho de tela y disgustos, jamás podré sentir que tengo vida.
El cuervo enamorado, enterró sus pequeñas garras a su pecho y con el pico y movimientos bruscos, logró sacarse el corazón y colocarlo en el pecho del espantapájaros. 
Los árboles nuevamente se sintieron aterrados, las estrellas y la neblina, también fueron testigos. El cuervo había muerto a un costado del espantapájaros. Quien por vez primera, sintió escalofríos entre las corrientes de aire.
El espantapájaros tuvo el corazón que siempre quiso... Y cuando el cuervo cerró los ojos, se desvaneció como si fuera polvo.
El espantapájaros desenterró sus pies de la tierra, buscó sin éxito el cadáver de aquel cuervo y en señal de gratitud, se quitó el sombrero. 
Llevaba el ropaje cubierto de sangre, y un corazón cálido latiendo en su pecho. El cuervo se había convertido en estrella.
El espantapájaros la contempló con inmensa admiración. Mientras el cuervo enamorado, se había condenado a cuidarle por siempre desde lo más alto del cielo. Manifestándose cada noche y amándole por toda la eternidad.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Al morir...

Cuando muera 
y mi alma salga de este cuerpo;
lo hará en forma de ave.

¡Voy a volar por todo el cielo!

Podré observar desde lo alto, 
lo que quise más no pude...

Veré las nubes más de cerca,
sintiendo el límite o el vacío 
de lo que existe en el aire 
y lo que no.

Voy a cantar 
con el resto de las aves.

Dibujaré figuras 
bajo las estrellas.

Volaré hasta que mis alas 
se cansen
& hasta que mi última pluma 
desaparezca.





Ojos claros

¿Y por qué no perderme 
en el laberinto de tus pupilas ?
Me ubiqué de repente 
entre arrabales de fraudulentas lágrimas.

Échame un vistazo;  ojos claros,
que mi alma es transparente.
En cambio la tuya 
es calumnia y censura

Que ingratos aquellos viernes,
donde eludías sin piedad mi terneza...
Desnutriendo en un santiamén,
todos mis anhelos y mis esperanzas.

Y que de tus ojos color ámbar
no he podido aún olvidarme.
Y si alguna vez volviera a hundirme en esas joyas,
pues qué dicha; ojitos claros.

Y sí... Lo confieso,
desde que te presentaste; esto dolió.
Me adentré inmediatamente 
en el translúcido de tus iris.

Definí en pocos segundos 
que no cumples tus promesas.
¿Eres ciego, ojos claros?
¿O por qué actúas como si mi presencia fuese invisible?

¡Por favor, échame un vistazo!
Que bien sé que te engrandece, mi deseo de perderme
en el laberinto de tus petulantes 
y hermosos

OJOS 
CLAROS...