¿Y por qué no perderme
en el laberinto de tus pupilas ?
Me ubiqué de repente
entre arrabales de fraudulentas lágrimas.
Échame un vistazo; ojos claros,
que mi alma es transparente.
En cambio la tuya
es calumnia y censura.
Que ingratos aquellos viernes,
donde eludías sin piedad mi terneza...
Desnutriendo en un santiamén,
todos mis anhelos y mis esperanzas.
Y que de tus ojos color ámbar,
no he podido aún olvidarme.
Y si alguna vez volviera a hundirme en esas joyas,
pues qué dicha; ojitos claros.
Y sí... Lo confieso,
desde que te presentaste; esto dolió.
Me adentré inmediatamente
en el translúcido de tus iris.
Definí en pocos segundos
que no cumples tus promesas.
¿Eres ciego, ojos claros?
¿O por qué actúas como si mi presencia fuese invisible?
¡Por favor, échame un vistazo!
Que bien sé que te engrandece, mi deseo de perderme
en el laberinto de tus petulantes
y hermosos
y hermosos
OJOS
CLAROS...
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