lunes, 25 de abril de 2011

AMANECER, ANOCHECER, ATARDECER...

De día y de noche yo estaba ahí.
Me gustaba contemplar, la enemistad de los otros.
Era curiosidad, nunca fue algún espionaje.
Y es que cada personaje, me atraía más a la historia.
Esteloria, piel morena, vestida con seda, al color de la plata,
ojos oscuros, cual destello nocturno y un carácter taciturno
exquisito de observar.
Se negaba a voltear, no quería ni mirarlo…
Su belleza le causaba celos, aunque también admitía admirarlo.
Saúl… De notable palidez, ojos azul cual cielo celeste,
ocultándose hacia el Este.
Y es que este, también sentía cierta envidia hacia Esteloria.
Sus cabellos eran rubios, color oro, color gloria…
Rizados, y sus pies entrelazados como dos enamorados.
Vanidoso, pero Esteloria no se quedaba atrás.
Se sabía muy hermosa… Divina, su cabello era tan lacio que le encantaba
extenderlo por horas para peinarlo.
Era negro, de fácil acomodo y de grácil aroma destilante del sereno.
Sin decir ningún reproche, Esteloria obsequiaba la noche.
Y ese hermoso tono azul de entrega y maña, lo regalaba Saúl… Lo nombraba “La mañana”.
Tras los cambios inoportunos, para no verse…
La playa me traía viento del Este.
Mi peliroja y ondulada cabellera tenía que actuar de intermediaria, entre la envidia ya nacida entre la noche y la mañana.
Yo la tarde que evitaba esa cizaña.
Pues el riesgo de sus egocentrismos, fue el daño hacia si mismos.
La mañana castigada con labor y con sudor, esfuerzo ultra quemado e ignorado por el sol.
Y en la noche era el peligro, pero ellos no se dan cuenta…
Aún se concretan en competir y han olvidado también sentir que el equilibrio
ya es pasajero, el atardecer no es un día entero…
Pero eso es lo que quiero... Lo digo sincero aunque solo soy un tercero.



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