lunes, 25 de abril de 2011

ELIZA.


Era muy difícil decirle la verdad en ese momento... Todos lo sabían, menos ella, y era cuestión de segundos para que lo supiera... Sentí un fuerte vacío en el estómago, al ver la mano de mi grácil compañera, que con falsa inocencia bebía el vino de una copa de cristal... Me miró; "la realidad es subjetiva" - Exclamó.


Me acerqué hacia los invitados, para decirles que la ceremonia había terminado. Ella seguía allí, no me podía atrever a verla a los ojos. Tan grácil, tan indiferente... Esta noticia podría devastarla, por ello me quedé en silencio, fui hacia ella y la estreché con mis brazos, cuando nos separamos la tomé de la mano... ¿Era el elegido de decirle esta noticia? El causante de su impredecible dolencia, pues solamente, estaba nostálgica de que su amado no hubiese llegado a su celebración de compromiso. Insistí en no decir absolutamente nada, pero mi cuerpo temblaba, comenzaba a sudar frío recordando la noche anterior, identificar el cuerpo de mi hermano, si que fue difícil... Suspiré.

Eliza acarició las mejillas del pequeño José Luis que fue a despedirse. Olvidé.
Volteó hacia mí, y notó mi extraño comportamiento... ¿Qué sucede?
No podía sostener más esa mentira, era el único que lo sabía... Él era mi única familia. Y yo, siempre me había relacionado con Alicia, tal vez con Leonor, algún tiempo con Estela, o con mi querida Sofía, pero Eliza, ella era la mujer de mis sueños, cuerpo y mis heridas, Pero no, estaba pecando, no es correcto desear la mujer de tu prójimo, aunque este se halla ido. Yo debía serle fiel a mi hermano, pero herirla, no lo sé... jamás.

Salí corriendo de la habitación.

Medité.

Cuando regresé al gran salón para decirle, lo que había ocurrido, ella estaba agachada, le conté todo, sin detalle alguno que me faltara... No me respondió. Pensé que quedó en shok, y no quise quedarme con ella.

Al salir de nuevo, en el jardín dos hombres me dijeron que me habían estado buscando, por esos asuntos sobre la muerte de Juan, mi hermano.
Los atendí, ellos me dijeron que no sabían que la dama, dueña de la hacienda era la prometida de mi difunto hermano. Yo les dije que todavía no exponía esa verdad a ella. Pero uno de ellos me contó que ella ya lo sabía, pues él acababa de decirle todo. Lo golpeé. Quedamos callados todos.

Corrí hacia donde Eliza, seguía en esa misma posición, cuando encendí la luz del cuarto, solamente sangre roja oscura, y lagrimas de amor, empapan su cuerpo. Ese dulce cuerpo... Le dije todo y no le dije nada. Eliza se había ido, su destino siempre fue estar con Juan. 

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