lunes, 25 de abril de 2011

TÍTERE.

Sí, fue así;
Cuerdas, pintura y tela.
Cuando mi creador me regaló la vida.
Y en sus ojos una estela…
En mí un colapso de ilusión.

La ocasión, sí; también.
Sucedió.
No me arrepentí, él me amo.
Prometió que estaría  bien.
Y sí, yo le creí.

Bien, acepté…
Que me dibujase en el rostro una sonrisa,
pero, soñó mi corazón tan a prisa...
Atada de manos, amarrada y entre cuerdas.
Pero mí creador en sus ideas jamás concuerda.

Inquieta, convertida en marioneta.
Feliz, provocándole un desliz.
Manipulada, pero tierna…
Títere... 
¡Eso fui!

Pero un día todo cambió.
Supongo que me olvidó…
Nunca fui su mejor invención.
Faltaba en mí, otro pedazo de cielo, muy bien…
Pero si no me lo supo dar...
¿Cómo volar?
Si alas no hay.

Y yo muñeca, que se me escapó una mueca.
Mal gesto.
¿Qué sucede con el resto?
Y que reliquia sería yo.
Y el inventando “cosas nuevas”.
Ya no era yo  su nuevo amor.
La antigüedad disfrazada de amistad.

Ni idea.
Nací , sí.
Por él, por su culpa.

Y me quedé cientos de años, mal guardada…
Maltratada, conviviendo con el polvo y con las amplias telarañas.
Y me dije; mira nada más cómo te engañas…
Pero no…
No, ya no.
Y me corté sola las cuerdas, sin la ayuda de mi creador.
Que era encantador, sí…
Pero era oprimente, insaciable, inseguro…
Pecador.
Igual que yo.
Lástima que me tiró.
Pero tengo un regalo de mucho valor…

Suyo sí, mi viejo amor, que
disfracé yo de inventor y que me dio a mí la vida,
aunque la ocupe amando a otros, ese amor no se me olvida.



  

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